
La corbata está de moda y no tanto porque se extienda su uso, más bien al contrario, sino por el protagonismo que está tomando en el debate político.
Hace 40 años, los diputados del partido verde alemán se instalaron en el Bundestag ataviados con un vestuario informal a base de zapatillas deportivas, camisetas, tejanos y jerseys. Fueron unos pioneros en la ruptura con el protocolo, con las consideradas buenas formas y en definitiva de la modificación del ritual de la cámara de representantes del que la vestimenta es uno de los símbolos. Actualmente estamos viendo posturas contradictorias en lo que se refiere a la prenda que simboliza el debate: la corbata. El Presidente Pedro Sánchez dijo lo siguiente en su última comparecencia ante los medios de comunicación: “… he pedido a los ministros y ministras, a todos los responsables públicos y al sector privado, si aún no lo ha hecho, que cuando no sea necesario, que no utilicen la corbata, porque así también estaremos haciendo frente al ahorro energético que tan necesario es en nuestro país”. La petición de Sánchez fue correspondientemente denostada por parte de los dirigentes de la oposición de la derecha y de la derecha abisal. Una polémica parecida se está generando en la Asamblea francesa donde la mayoría de parlamentarios de la izquierda se ha desprendido del trapo de la discordia, mientras que el diputado republicano Éric Ciotti ha solicitado que se haga obligatorio su uso y Marine Le Pen ha remitido a los 89 diputados del RN, que ella preside, la consigna de que vistan de forma impecable, esto es para ellos llevar traje y corbata y para ellas vestimenta sobria y elegante.
A todo esto, y sin pretender escribir la historia de la corbata, historia que puede conocerse perfectamente navegando por la red, señalaré que la opinión mayoritaria de su origen (hablamos de la corbata moderna) es la del pañuelo rojo que llevaban anudado al cuello los militares croatas mercenarios que llegaron a Francia en la segunda mitad del S.XVII contratados por Luis XIII para luchar en la guerra de los 30 años. Al pañuelo le llamaban ‘hrvatska’ (Croacia en el idioma croata). Ese término derivó en cravatta en italiano y cravate en francés. Los franceses adoptaron la cravate como prenda usual, que extendieron por todo el mundo, llegando a tener un significado político durante su Revolución en la que los sublevados la llevaban de color negro y los contrarrevolucionarios de color blanco. Leeréis que ya en el 221 A.C los guerreros (hoy de terracota) del primer emperador chino ya llevaban anudado un pañuelo al cuello, también que los pañuelos se utilizaban para evitar los roces en el cuello de las cotas de malla y armaduras, etc. pero el origen del término y de su expansión, la cravate, es el mayormente aceptado. La foto de la corbata corresponde a la que figura en el Libro Guiness de los récords como la corbata más larga del mundo, 808 metros de largo y 25 de ancho, que fue anudada al anfiteatro romano de la ciudad croata de Pula en el año 2003. La forma de la cravate fue evolucionando hasta que en el año 1924 un estadounidense llamado Jesse Langsdorf encontró una manera de cortar la corbata con el menor desperdicio posible de tela dando lugar a la forma actual.
Otra teoría dice que el origen de la corbata está en la masonería y tendría que ver con la soga al cuello que lleva el aspirante a masón en la ceremonia de iniciación, reminiscencias del antiguo Egipto. Aquí os voy a explicar algo que no encontraréis ni en la Wikipedia ni en ningún sitio de la red (yo no he sabido encontrar nada al respecto), el simbolismo masón de la corbata.

Este que veis a la izquierda es el símbolo masónico por excelencia, la escuadra y el compás, herramientas utilizadas por el Gran Arquitecto del Universo (G∴A∴D∴U∴) para la creación del Mundo. Si pulsáis el link que figura en el acrónimo, os llevará a la explicación sobre la significación de este concepto, base de la masonería. Sólo hace falta que utilicéis un poco la imaginación para ver el parecido con el cuello de una camisa y el nudo de una corbata. Para que el simbolismo sea perfecto se requiere una cierta habilidad

en anudarse la corbata puesto que para conseguir una forma triangular como la de la imagen es preciso conocer el nudo Hannover que no tiene nada que ver con la apariencia de pimiento del Padrón que adoptan la mayoría de los nudos actualmente. Con la corbata se compone el símbolo masónico en tres puntos: el cuello, en la confluencia del cuello de la camisa con el nudo como ya he indicado, otro en la figura que hace la corbata a partir de la finalización del nudo con el chaleco o el cruce de las solapas de la americana y el tercero con el extremo inferior de la corbata del que se dice debe estar a la altura del cinturón, cuando en realidad debe tener la longitud precisa para formar el símbolo en la confluencia con el cierre inferior del chaleco o americana (no vale con las americanas cruzadas). En las «tenidas» de los masones (reuniones de sus miembros), es obligatorio el traje oscuro (negro a poder ser) así como la corbata del mismo color. La distinción de los distintos grados se realiza mediante el mandil.
¿A qué viene hablar tanto de la corbata y la masonería? Pues tiene que ver con el vestuario en tanto a componente de un rito determinante en las culturas, tanto en las occidentales, como en las africanas o las asiáticas. Hace tiempo encontré una definición de rito que anoté por ser la que más se ajustaba a mi pensamiento: el rito es una forma de sentir el poder, la fuerza y la capacidad trasformadora de encaminarse a una meta u objetivo. No puedo decir la autoría porque la desconozco. La diferencia entre rito y ritual es que mientras que el primero implica una ceremonia, el segundo hace referencia a las acciones específicas orientadas a cumplir el rito o, lo que es lo mismo, el ceremonial. La masonería sobrevive entre otras cosas por la importancia que concede a los rituales y por eso no tengo ninguna duda de que mientras perviva esa Sociedad, la corbata subsistirá. De la misma forma, si deseamos que instituciones como los parlamentos democráticos vean incrementadas el respeto de los ciudadanos, los rituales que las han hecho llegar hasta nuestros días deberían mantenerse. Denostamos los rituales al mismo tiempo que nos gusta participar en ellos u observarlos como espectadores, ya sean bodas reales, los de la noche de San Juan, las corridas de toros para los aficionados a este espectáculo, las procesiones de Semana Santa, los propios de las Fiestas de las distintas localidades, Santa Claus o los Reyes Magos. La supresión de cada uno de ellos implica forzosamente la desaparición del hecho a celebrar y por ende una pérdida cultural e identitaria. Los novios cuidan en sobremanera su atuendo nupcial queriendo causar buena impresión tanto a su pareja como a los invitados en una celebración importantísima para ellos, que requiere de un gran esmero en sus preparativos. ¿Acaso no es un hecho suficientemente importante la reunión de los representantes elegidos por el pueblo para debatir y tomar medidas sobre los problemas que inquietan a quienes les han dado el escaño? ¿Es progreso la disminución de solemnidad asociada al vestuario? ¿Lo son la pobreza de vocabulario, el nivel cada vez más bajo de oratoria y la agresividad e insultos cruzados hacia los electos de un buen número de ciudadanos? Perder las formas es perder gran parte del ritual, lo que puede conducir a la desaparición del rito y a su vez a la falta de interés de los electores y al menoscabo e incluso fallecimiento del sistema parlamentario.
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