Viaje a Oteiza

Hace apenas unas semanas acabé la lectura de “Obra Maestra” de Juan Tallón. El libro trata de la desaparición de la obra del escultor Richard Serra Equal-Parallel/Guernica-Bengasi. Está escrito a modo de cuadros de una exposición, donde cada cuadro trata sobre alguno de los personajes que participaron de la descabellada historia de la desaparición de una obra compuesta por cuatro bloques de «acero corten» de 38,5 toneladas de peso. Capítulos como en el que cuenta el encuentro entre Oteiza y Serra, me han parecido estupendos. Todos en los que aparece Serra en general también. Para mí, la historia ha sido lo de menos. Lo importante es el viaje interior, y también exterior, que ha propiciado su lectura. Dice Serra que hay tres obras de Oteiza que lo obsesionan:

Las dos primeras las había visto, aunque no las recordaba exactamente. Volví al MACBA a ver la Caja metafísica . Al Reina Sofía me acercaré en mi próximo viaje a Madrid. La tercera, el homenaje al Padre Donostia, implicaba un reto. Oteiza y Chillida tuvieron una gran rivalidad. En términos de márqueting creo que Chillida le acabó venciendo, al menos en lo que se refiere a mi percepción. El Chillida Leku lo he visitado en un par de ocasiones y os recomiendo que os acerquéis si tenéis ocasión. Es un gran museo al aire libre en un entorno privilegiado con las esculturas del artista integradas en la naturaleza, a escasos kilómetros de Donostia. ¿Cómo podía no haber visitado nunca el Museo Oteiza en Alzuza? ¿Cómo era posible desconocer el «Homenaje al Padre Donostia? La ocasión era perfecta para empezar un recorrido iniciático. Le propuse a mi esposa el plan y tardamos dos días en salir en coche rumbo hacia Navarra. Primera parada en el Monasterio de Leyre. Asistimos a las vísperas, en el monasterio, con una actuación pésima de los monjes cantores. En mi vida he oído entonar tan mal el canto gregoriano. Deberían expulsarlos de la comunidad. No pasarían ni el casting inicial de Got Talent. La jornada del día siguiente fue simplemente inolvidable. Tener todo el Museo de Oteiza para nosotros solos fue un regalo. Pasear por el interior de una arquitectura que evocaba los vacíos de las obras del escultor a gran escala y sin una sola voz que distrajera nuestra atención, poder desandar lo andado, regresar a una escultura una, dos o las veces que hiciera falta, fueron sensaciones que ya estaban olvidadas. Eso solo se consigue viajando fuera de temporada a lugares que no son hits de Instagram, entre semana e inmediatamente después de una semana de frío polar y nieves. Nos alojamos en Elizondo, capital del Valle de Baztán, donde ocurren los hechos de la trilogía escrita por Dolores Redondo que no he leído ni pienso leer, desde donde además de conocer bellos pueblos y hermosas construcciones, pudimos dar estupendos paseos. Al día siguiente, nos fuimos a por el al plato fuerte: el Monumento  al Padre Donostia.

Fotografía: Agustí Amorós

Está en un lugar especial, rodeado de pequeñas piedras en forma de cromlech, con una pequeña capilla a unos metros, en un pequeño alto de terreno rodeado de montañas. No existe ninguna indicación para localizarlo. Se intuye que estás cerca del lugar por la existencia de un espacio habilitado como párking. Paz. Belleza. Éxtasis. Misticismo. Conexión cósmica.  El monumento simboliza un cromlech dentro de un cuadrado. En el año 1992, un ex alumno de Oteiza le arreó con un martillo y lo dejó en su situación actual. El maestro Oteiza se negó en redondo a restaurar la obra. A pocos metros está una pequeña capilla diseñada por el arquitecto Luis Vallet.

Ya puestos, nos acercamos a Donostia, previo paseo por Hondarribia, para hacer lo clásico: paseo por la Concha y pinchos en lo viejo. Pero el objetivo final era acercarnos a Construcción Vacía, otra maravillosa obra de Oteiza que está situada en el extremo Oriental de la bahía. En un extremo, Chillida, en el opuesto Oteiza. Juntos pero no revueltos.

Construcción Vacía (Oteiza). Fotografía: Agustí Amorós